La Hija del Rey

Mi fuerza de voluntad me supera, me contempla desde lejos y me obliga a seguirla. Esa es mi lucha diaria, porque a veces tengo el oscuro deseo de dejarla escapar y volcarme en dirección contraria. Desde hace algún tiempo que el término “inteligencia” me causa cierto escozor. No me considero inteligente, tampoco creo serlo. He aprendido lo que he tenido que aprender, incluso he llegado a memorizar lo que estoy obligado a saber...eso no es ser inteligente, es estar siendo adoctrinado. Prefiero la creatividad, la imaginería como proceso más humano, algo infantil…más…inteligente. Hubo un tiempo en que no quería dormir: temía quedar ciego. Cuando las luces de artificio de mi ciudad de origen caían yo sentía como los fantasmas se movían entre las paredes, las hacían crujir. Luego cuando el Rock & Roll ensordeció mi adolescencia los fantasmas dejaron de venir. El nacimiento del desencanto fue el funeral definitivo de Dios, había consenso pleno de su fallecimiento…acaricié sus arterias y no tenía pulso. Mientras lloraban a mi Madre yo me perdía por las calles de Chiguayante. Me drogaba en las orillas del Bío-Bío en compañía de mis mejores amigos, en aquellas tardes de verano yo fui infinito, el tiempo no podía tocarme. En algunas noches podía entender todo claramente, me convertía en una criatura de mi propia clarividencia, la banda de Rock sonaba estridente al final del escenario.