Lugar de Combinacion(es)

Siete de la tarde clavadas y algunos minutos desparramados por la tarde Santiaguina, Nano me da unos golpecitos en el hombro y hace un gesto como diciendo “vámonos de esta hueá”. Día jueves o martes quizás, la rutina que resulta tan necesaria para mantener eso que hace meses atrás solo concebíamos en la imaginación hace perder la noción del tiempo. Logramos entrar a un carro del metro que para variar viene lleno de gente, vamos cansados pero que más da, un par de estaciones y ya estaremos en casa, en los vidrios se reflejan los rostros ansiosos de retorno de cada uno de los ciudadanos comunes...Nano me mira y yo imito a una voz de altoparlante que fantasiosamente invita a pasar por el Liguria si es que se cumplen ciertos requisitos inverosímiles…nos cagamos de la risa. Salida hacia Bellas Artes y los neones de los negocios y botillerías están en su fulgor pleno, el Master está acuclillado en el pórtico de algún edificio cerca del nuestro y una luciérnaga cenicienta le revolotea en los labios y le ilumina el rostro de vez en cuando… -Pasta base- le digo a Nano, hociconeando mas que con clara certeza. -Nah!, recoge las colillas y se las fuma- me responde -Que hueá, debe ser pasta base- insisto. El Master tiene casa y familia, pero transforma el cemento frío de las calles en su living-room y prefiere los autos estacionados como muebles. Nano y yo lo saludamos y le ofrecemos un par de cigarros. Esta hueona me debe plata por pintarle el local- nos dice apuntando hacia la nueva boutique que Kathy Barriga (si, la robotina) instalo al lado del edificio donde habitamos, y donde antes atendían los peluqueros argentinos gays que se fueron al local de la esquina de Mosqueto con Santo Domingo donde antes había una boutique de ropa exótica y se leía el tarot egipcio, “hey! el tarot egipcio” frase recurrente de Daniela cada vez que pasábamos por esa esquina. Entramos y saludamos a Don Rubén, que nos tiende la mano y nos comenta que acabó de leer “El Fantasista” de Rivera Letelier y que se cagó de la risa, que mañana nos devuelve el libro. No hay apuro-le dice Nano. Nos fumamos un puchito con él, subimos y llegamos al 42 tras un largo día. Tras comer algo nos tendemos en la cama, Nano lee “Los Detectives Salvajes”, regalo de mi nena para el cumpleaños número 25 y yo leo “The Clinic”, las canciones se suceden una tras otra en el dial y los cigarrillos se consumen a piacere en nuestros labios, el humo azulado nubla la habitación, las ventanas anaranjadas de los edificios cercanos dibujan un crucigrama incompleto en nuestro horizonte. Otro día más que se concreta y otro paso firme hacia nuestras convicciones. Mañana viene la rutina otra vez, pero eso es mañana y está a millas de distancia, hoy está la noche, las canciones, los cigarros, la conversación y nuestro departamento.