Enciclopedia del Comportamiento Humano

Me levanto temprano, como todos los días en que debo laburar. Prendo la luz del baño y me afirmo del lavamanos como si viniera de una rutina agotadora, pero no nada de eso al contrario he dormido bien, sumamente bien. Me miro al espejo y traigo los ojos rojos como si me se acabara de drogar o para hacer el paralelo: como si me viniera escapando de una resaca descomunal. Decido no afeitarme porque en primer lugar no se me ve tan indecente la barba de tres días y puedo transar un poco el que a mi novia le pique cuando le bese los labios y en segundo lugar porque esos minutos en que inútilmente me afeito los invierto en quedarme bajo la ducha tibia tarareando mentalmente una canción que comience a confeccionarme un día genial, que en un principio puede ser un día de mierda pero como dicen que la suma de las partes son mayores al total entonces comencemos a sumar partes positivas para dejar knock out a un eventual día de la puta, hombre precavido vale doble dicen…entonces como la vida es un juego y superchería de lengua popular hay que tener aces bajo la manga. Cuando comenzaba a quedarme dormido la noche anterior, no podía sacarme de la mente la imagen del taxi, donde venía de vuelta a mi departamento, esquivando en una milésima de segundo a una mujer que de la nada se nos atravesó. Resulta curioso porque apenas me subí al taxi y vi al conductor encorvado frente al volante, soportando sobre su rostro el grueso de unos lentes enormes y en su mollera algunas canas que todavía no daban tregua a la calvicie total pensé “ojala con este viejo de mierda llegue vivo a la casa”. Curioso resulta, reitero porque un par de cuadras más adelante tuve que tragarme mi infame pensamiento y de haber tenido una piedra a mano con ella misma golpear mi pecho prejuicioso. Enfilamos por calle Compañía y una línea recta de 60 segundos me separaba del hogar dulce hogar, en eso estábamos el injuriado conductor y yo cuando de quien sabe donde una mujer aparece frente a nosotros, yo no la había visto para nada y gracias a dios (exista o no) su figura recortada por las luces altas encontró un lugar en el ángulo más alejado del aumento grotesco de los lentes del taxista que cual Caszely en un metro cuadrado y fracción de segundo la eludió en brillante maniobra. Mi reacción natural fue voltear a ver, ella seguía de pie todavía tratando de entender o quizás sintiendo como volvían los matices a su mente palidecida… creo haber pensado algo al respecto en este momento, el taxista seguía en un mutismo pragmático que tensaba más todavía el ambiente. 1 miserable segundo podría haber resultado en tamaño cambio de planes, nos hubiera convertido en victimarios y nos entregaba una víctima repartida entre parabrisas y pavimento, nos convertiría en actores de la escena del crimen y nos daría un infame lujo de testigos principales de una tragedia que pudo ocurrir en lo mismo que duró ser evitada. Entonces yo tendido en mi cama pensaba en la relatividad del tiempo, que lejos de los tratados tan científicamente explícitos y dogmáticamente parcelados también pueden extrapolarse al ámbito de la ligera metáfora. Me rondaba todo eso: el taxi, la mujer y su dialogo imaginario, lo que ocurrió y lo que no ocurrió. Y en la mañana de hoy mientras miraba mi rostro cansado de cuestionamientos y me trazaba líneas imaginarias sobre la barba pensaba en lo inútil que se convertía el tiempo en afeitarme y au contraire en lo maravilloso que era quedarme dos minutos más bajo la tibieza del agua entonando mentalmente una canción que me alegrase el día.